Obra maestra gótica
Fundada en el siglo V en el emplazamiento de la tumba de Saint-Denis, célebre mártir que, según la leyenda, llevaba la cabeza entre las manos, la pequeña iglesia adquirió renombre arquitectónico gracias a la audaz visión del abad Suger, consejero de los reyes Luis VI y Luis VII.
En el siglo XII, emprendió su reconstrucción en un nuevo estilo. Este edificio revolucionó la arquitectura al introducir bóvedas de crucería y una luz omnipresente, convirtiéndose en una de las primeras obras maestras del gótico.
Con 108 metros de largo y bóvedas de 29 metros de altura, su deslumbrante crucero está realzado por dos rosetones de 12 metros de diámetro, calcados de los de Notre-Dame de París.